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Actividad física vs. fármacos



Muchos de nosotros, cuando decimos medicina, pensamos ante todo en fármacos, instrumentos quirúrgicos y toda la alta tecnología de un quirófano. Pero… ¿Pensamos que la actividad física puede ser un tratamiento natural? ¿Nos hemos detenido a pensar que la actividad física puede ayudarnos a conservar o a recuperar la salud? La respuesta es claramente: sí, sin lugar a dudas.


Sin embargo, a menudo, en la atención médica, los elementos más lógicos, naturales y beneficiosos se dejan de lado para utilizar otros más complicados y costosos, y a veces más dañinos. ¿Cuándo fue la última vez que un médico nos preguntó cuantos vasos de agua bebemos al día o si realizamos algún tipo de actividad física? ¿Alguna vez nos explicó el médico los efectos secundarios (el efecto es un resultado deseado, mientras que el efecto secundario es un resultado no deseado de la misma acción) de los medicamentos o de los graves perjuicios para nuestra salud del consumo prolongado de los mismos?


Nuestra cultura se ha convertido en un festival químico en el que nos dan un fármaco para un efecto específico (que perfectamente podríamos haber conseguido nosotros con un cambio en el estilo de vida), después otro fármaco para contrarrestar los desagradables efectos segundarios del primero, después otro para ayudar a nuestro cuerpo a asimilar los dos primeros… y así sucesivamente persiguiendo siempre a huidiza salud.


Existen fármacos con algunos efectos secundarios terribles que tienen lugar cuando el cuerpo se adapta a los cambios químicos o a las interferencias/intoxicaciones químicas. Sin embargo, no hay ninguna sustancia química entre los fármacos que nuestro cuerpo no sepa producir. La diferencia esencial es que las sustancias curativas producidas por el cuerpo son naturales y están integradas, y en cambio los fármacos son sintéticos y alteran.


La Comisión Europea estima que las reacciones adversas a los fármacos son responsables de la muerte de 200.000 europeos cada año. A todas estas muertes hay que sumar también los millones de pacientes que cada año sufren daños graves e incapacitantes debido a los fármacos que toman.


En el entorno de la asistencia sanitaria actual todos estamos llegando a creer, con demasiada frecuencia, que médicos y cirujanos pueden reparar -o incluso sustituir- aquellas partes del cuerpo que funcionan mal, están infectadas, molestan o se niegan a trabajar.


Tomar esta actitud significa negar las necesidades más básicas del cuerpo humano, que son la atención y el mantenimiento.


Con una correcta planificación de actividad física y una alimentación equilibrada se estará haciendo algo más que poner a punto o rehabilitar las partes de nuestro organismo que no funcionan; estaremos asegurándonos una vida más larga y una utilización de nuestro cuerpo mejor que nunca.


Siendo el médico junto con el educador físico los que mejor pueden determinar la receta de actividad física adecuada para cada paciente.


Son numerosas las afecciones que a través de la actividad física de pueden prevenir o tratar en caso de que se padezcan. Ej.:


  • Ansiedad y depresión: El ejercicio físico reduce los efectos del estrés en el organismo, y debería ser una parte importante en el tratamiento de cualquiera de esos trastornos. Además, la actividad física estimula la producción en el cerebro de ciertas sustancias químicas que son muy importantes para el estado de ánimo.

  • Artritis: Un tipo de ejercicio físico adecuado puede ser una ayuda para enfrentarse a diversos tipos de artritis. Así, por ejemplo, la natación es una buena opción para quién sufre artritis reumatoide, ya que se trata de un ejercicio que no afecta negativamente a las articulaciones. Las actividades físicas que se realizan inadecuadamente, como correr sobre una superficie dura o levantar pesas con una técnica errónea pueden agravar la artritis.

  • Cardiopatías: El ejercicio físico reduce el riesgo de la mayoría de las enfermedades cardiovasculares. Parte de este efecto se debe al descenso del colesterol y los triglicéridos y al aumento del colesterol HDL. Además, el ejercicio también ayuda a reducir los efectos del estrés, otro gran factor de riesgo de las cardiopatías. Otra consecuencia positiva de la actividad física es que fortalece el músculo del corazón. Sin embargo quién ya sufra alguna cardiopatía es imprescindible la supervisión médica y seguimiento del cualquier programa de ejercicio físico.

  • Desintoxicación: El ejercicio físico, cuando se practica regularmente, es muy adecuado para un tratamiento de desintoxicación, ya que activa la circulación sanguínea y el drenaje linfático. Además, con el ejercicio se suda, algo que estimula la desintoxicación.

  • Diabetes: El ejercicio físico estimula la actividad de la insulina, reduce el colesterol total y los triglicéridos y aumenta el colesterol HDL, el llamado colesterol bueno. También estimula el flujo sanguíneo, el cual suele obstruirse cuando se tiene esa enfermedad.

  • Estrés: Una de las técnicas más efectivas para aliviar los efectos del estrés en la mente y en el cuerpo es el ejercicio físico.

  • Fatiga: Cuando gastamos energía, en realidad la aumentamos, y también la vitalidad. Esta es la paradoja del ejercicio físico: funciona bien y aumenta el nivel de energía siempre que se efectúe dentro de los límites físicos de cada persona.

  • Osteoporosis: Los ejercicios con pesas estimulan el crecimiento de las células óseas y, por consiguiente, aumentan la densidad de los huesos. En realidad, la natación y otras actividades físicas que comportan menos ejercicios de carga son, asimismo, eficaces. Por ello, e ejercicio es tan importante a la hora de prevenir osteoporosis y contribuir a su tratamiento.

  • Síndrome premenstrual: El ejercicio realizado de manera regular es de gran ayuda para las mujeres que sufren regularmente el síndrome premenstrual.

  • Sistema inmunológico: El ejercicio moderado fortalece el sistema inmunológico. El riesgo, por ejemplo, de sufrir cáncer de mama es menor en las mujeres que realizan algún tipo de ejercicio físico. Pero es importante destacar que un entrenamiento excesivo, como el que a veces siguen los corredores de maratón, por ejemplo, puede llegar a inhibir el sistema inmunológico. Por ello una correcta planificación y supervisión es la clave.


Autor: Juan Manuel Martín Moreno. Colegiado nº 58355

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