Este año, en el Día Mundial de la Obesidad que se celebra el 4 de marzo, es preciso señalar que las circunstancias actuales han agravado la denominada “pandemia del siglo XXI”. La urgencia y gravedad de lo que acontece de forma directa en torno al coronavirus ha hecho que, probablemente, nos despreocupemos de sus consecuencias indirectas, entre las que se encuentra el aumento de la obesidad y el empeoramiento de sus comorbilidades.
En el último año se han publicado diversas evidencias científicas que parecen no haber tenido suficiente repercusión, a la vista de las políticas en materia de salud pública que se han llevado a cabo.
La Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO) se posicionó desde abril del pasado año (Frühbeck et al., 2020), y ya advirtió que no solo «las personas con obesidad tienen un riesgo elevado de hospitalización, enfermedad grave y mortalidad», sino que las restricciones tienen consecuencias «para los comportamientos de salud y el bienestar», los cuales son determinantes para las enfermedades crónicas, y también para la obesidad.
Desde hace meses sabemos que, en relación con la COVID-19, «las personas con obesidad severa tienen más riesgo de hospitalización, cuidados intensivos, ventilación mecánica y/o muerte, independientemente de otras comorbilidades» (Petrova et al., 2020). Diferentes meta-análisis lo han ido confirmando y, actualmente, la evidencia apunta claramente a que la obesidad representa un factor de riesgo para la hospitalización y mortalidad por coronavirus (Földi et al., 2020; Ho et al., 2020; Yang, Hu y Zhu, 2021).
Un artículo elaborado por científicos de diversos países publicado en julio de 2020 (Dicker et al., 2020) resume perfectamente, en sus diferentes apartados, la relación entre la obesidad y la COVID-19:
Las personas adultas con obesidad son propensas a la infección por COVID-19 y sus complicaciones.
Las personas adultas con obesidad tienen un mayor riesgo de ser ingresadas en unidades de cuidados intensivos (UCI) e intubación.
Las personas adultas con obesidad tienen una carga viral más prolongada y un efecto de vacunación más bajo.
Los determinantes sociales de la salud, el sesgo de peso y el estigma de la obesidad pueden afectar el comportamiento de los y las pacientes y los resultados de COVID-19.
Además, dichos autores listan las barreras que supone la pandemia por coronavirus para el tratamiento de la obesidad, pero también proponen soluciones a éstas, entre las que se encuentra «facilitar y fomentar la actividad física de leve a moderada a través de estrategias e intervenciones relacionadas con COVID-19, incluida la modificación personalizada para aquellos con barreras y limitaciones físicas». De hecho destacan que «el ejercicio físico tiene un efecto antiinflamatorio y se ha demostrado que mejora el medio hormonal, aumenta la adiponectina y la sensibilidad a la insulina y disminuye los niveles de insulina y leptina, y mejora la función inmunológica».
En un meta-análisis que publicaron investigadores de Hungría, Rumanía y Polonia en la prestigiosa revista ‘Obesity Reviews’, incluyendo un total de 24 estudios que relacionan la obesidad como un factor de riesgo para desarrollar una condición crítica en pacientes con COVID-19, señalaron como una de las implicaciones para la práctica futura que «sigue siendo importante apoyar la pérdida de peso y la actividad física regular» (Földi et al., 2020).
De la misma manera, el investigador español Fabian Sanchís Gomar, del prestigioso Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA, junto con colaboradores de otros países, señalaron que «existe una gran cantidad de evidencia que respalda el papel de la actividad física o el entrenamiento para disminuir la inflamación en personas con sobrepeso u obesidad». Además, hacían una llamada a la acción indicando que «mantener el peso corporal y mantenerse en forma representan un objetivo crucial para posibles pandemias futuras» (Sanchis-Gomar et al., 2020).
Por otra parte, un informe publicado recientemente alerta que el lugar de Europa donde más se ha engordado durante la pandemia por coronavirus es en España, con una media de 5,7 kg (Ipsos, 2021). Estos datos son los primeros que nos informan de la grave situación que se va a encontrar nuestro país cuando se analice lo que ha sucedido durante esta crisis sanitaria, más allá de las consecuencias directas. No olvidemos que el sobrepeso y la obesidad son precursores de otras muchas enfermedades crónicas.
Por todo ello, deben tomarse medidas, cuanto antes, en relación con la promoción de estilos de vida activos. Los titulados en CAFYD, como especialistas en ejercicio físico, somos imprescindibles para disminuir el sobrepeso y la obesidad en la sociedad española. Una vez más, reclamamos que nuestros servicios sean esenciales (ver Manifiesto), y que aquello a lo que instó el Congreso de los Diputados el pasado 18 de febrero se materialice en medidas concretas determinadas por normativas, tanto autonómicas como estatales.
Fuente: Consejo COLEF
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