Tras conocer y analizar los datos del: “Informe 2016. Actividad Física en niños y adolescentes en España”, resultado del trabajo conjunto de un Grupo de investigadores de Universidades y Centros de Investigación en España liderado por la Fundación para la Investigación Nutricional y en colaboración con Active Healthy Kids Canada. Podemos comprobar la baja puntuación obtenida en los indicadores de “Actividad física global” y “Comportamiento sedentario”. Otro de los indicadores con bastante margen para la mejora es el de las “Escuelas”, siendo este de especial relevancia debido a que los niños y adolescentes pasan una gran parte de su tiempo en las mismas siendo estas un entorno idóneo para la práctica de la actividad física y la adquisición de hábitos saludables.
En dicho informe también se señala que la prevalencia de obesidad en niños y adolescentes españoles ha ido en continuo aumento durante décadas, encontrándose estancada en la actualidad.
La mecanización y la tecnología moderna desarrolladas en las últimas décadas han hecho que el ser humano sea menos activo físicamente que en cualquier otro momento de nuestro pasado. Y lo estamos pagando con nuestra salud.
La actividad física regular está asociada a una vida más saludable y más larga. No obstante, la mayoría de las personas adultas y de los niños y niñas y adolescentes españoles no desarrolla una actividad física suficiente como para lograr beneficios sanitarios. La inactividad física está reconocida como uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades crónicas. La inactividad física durante los primeros años de vida está reconocida actualmente como el principal factor coadyuvante en el incremento de los niveles de obesidad y de otros trastornos médicos graves que se observan en niños, niñas y adolescentes de España.
La naturaleza de las actividades de ocio de los niños y niñas ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. En el pasado, la infancia dedicaba gran parte de su tiempo de ocio a practicar juegos activos al aire libre; sin embargo, la aparición de la televisión, de viodeconsolas, de Internet y el uso del móvil, ha provocado que los niños de ambos sexos dediquen en la actualidad una parte mucho mayor de su tiempo libre a actividades de tipo sedentario. La importancia de la actividad física para la salud social, mental y física infantojuvenil es indiscutible, y por lo tanto resulta esencial llevar a cabo esfuerzos por parte de todos con el fin de “reintroducir” la actividad física en la vida de nuestra infancia y adolescencia. Este objetivo debe constituir una prioridad urgente.
Indudablemente, los retos planteados por el creciente problema de la inactividad física y la obesidad en la infancia pueden ser considerados como algunos de los desafíos más relevantes para la salud pública en el siglo XXI.
La actividad física en la infancia genera una serie de beneficios durante la niñez que incluyen un crecimiento y un desarrollo saludables del sistema cardiorrespiratorio y músculo-esquelético, el mantenimiento del equilibrio calórico, y por lo tanto, un peso saludable, la prevención de enfermedades cardiovasculares tales como la hipertensión o el elevado contenido de colesterol en sangre, y la oportunidad para desarrollar interacciones sociales, sentimientos de satisfacción personal y bienestar mental.
Las investigaciones recientes han demostrado que los niños y niñas menos activos físicamente y aquellos con una condición física cardiovascular (aeróbica) deficiente presentan más probabilidades de tener factores de riesgo para estas enfermedades, tales como unos niveles inferiores de colesterol “bueno” (HDL), una presión sanguínea más elevada, un incremento de los niveles de insulina y un exceso de grasa.
La inactividad física contribuye a los crecientes niveles de obesidad, al incremento de la resistencia a la insulina, a trastornos en el perfil de lípidos y a una presión arterial elevada en la infancia. Este hecho a su vez es responsable del incremento de la prevalencia de la diabetes tipo 2 en niños, niñas y adolescentes, una enfermedad que hasta hace poco solo se observaba en personas adultas obesas o con sobrepeso.
Los estudios han demostrado que la obesidad en la infancia se puede mantener hasta la edad adulta. Por lo tanto, la actividad física durante la infancia genera una protección frente a la obesidad en etapas posteriores de la vida. Además, las personas adultas que fueron obesas en la infancia presentan una salud peor y una mortalidad más elevada que aquellas que no fueron obesas en su infancia. Al mantener una condición física aeróbica en la infancia, la actividad física durante la niñez reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares en la edad adulta.
En aquello estudios que han investigado los efectos a largo plazo de la obesidad en la infancia y adolescencia sobre morbilidad y mortalidad en la edad adulta se ha observado un nivel más elevado de mortalidad debida a todas las causas, así como un nivel más alto de enfermedades coronarias, de afecciones cerebrovasculares ateroescleróticas, de hipertensión, de cáncer colon-rectal, de diabetes, de gota y de artritis entre otras enfermedades. Las tasas de mortalidad y de morbilidad derivadas de estas enfermedades aumentan cuando existe un grado más elevado de obesidad. Además, existe un amplio conjunto de pruebas científicas que demuestran que, una vez que el niño se ha convertido en obeso, existe una probabilidad muy alta de que esta obesidad se mantenga hasta la edad adulta.
Por lo tanto, los niños y las niñas deben ser considerados como la población prioritaria para las estrategias de intervención dirigidas al tratamiento de la obesidad o idealmente a la prevención del comienzo de la misma. La actividad física debe ser un elemento principal de las intervenciones diseñadas para prevenir o para tratar la obesidad en la infancia.
Autor: Juan Manuel Martín Moreno. Colegiado nº 58355
Foto: J. L. Rua Nacher