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El ejercicio físico moderado reduce el riesgo de ictus y mejora la función cognitiva tras padecerlo


Cada 29 de octubre se conmemora el Día Mundial del Ictus con el objetivo de concienciar sobre la importancia de la recuperación tras sufrir esta enfermedad y de llevar unos hábitos de vida sana.

Un ictus es la interrupción brusca de la circulación cerebral tras una lesión de los vasos sanguíneos de esta zona. Por lo general, se produce de forma inesperada y es la segunda causa de muerte en España, la primera en mujeres. Además, es el principal motivo de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda causa de demencia.

Según el Informe del Ictus en Andalucía, elaborado por la Fundación Weber con el aval de la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año se producen más de 12.000 nuevos casos de ictus en la región y más de 5.000 personas fallecen a causa de las enfermedades cerebrovasculares. Además, dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes, lo que incrementa notablemente la necesidad de recibir asistencia o cuidados.

Desde hace unos años el abordaje de personas con esta enfermedad ha cambiado de forma determinante. Las investigaciones realizadas sobre la recuperación del ictus han demostrado que el ejercicio físico moderado reduce el riesgo de padecerlo y mejora la función cognitiva en las personas que han sufrido esta enfermedad.

Papel de la actividad física en la prevención del ictus

Según la SEN la actuación sobre los hábitos de vida constituye una piedra angular en la prevención primaria y secundaria del ictus. Así, además de no fumar, evitar el consumo excesivo de alcohol y llevar una dieta saludable, la práctica regular de actividad física es una medida fundamental para reducir el riesgo de sufrir esta enfermedad.

En este sentido, cabe destacar que existe una significativa relación inversa entre actividad física y riesgo de ictus, sea isquémico o hemorrágico, tanto en varones como en mujeres. El ejercicio físico aumenta la sensibilidad a la insulina, reduce la agregación plaquetaria, el peso y la presión sanguínea y aumenta los niveles de HDL-colesterol. La mayoría de las guías para la prevención del ictus recomiendan realizar ejercicio físico de intensidad moderada a diario.


La Sociedad Española de Neurología recomienda la práctica de actividad física moderada durante 150 minutos por semana o actividad física vigorosa 75 minutos por semana para reducir el riesgo de padecer esta enfermedad.


Además de sus efectos en la prevención del ictus, la práctica de ejercicio previo podría actuar como un factor protector en la isquemia cerebral, mejorando el pronóstico del mismo.

El ejercicio físico en la recuperación de personas con ictus

Asimismo, los nuevos métodos de recuperación y sus avances, han permitido comprender cómo se comporta el cerebro lesionado y objetivar los efectos del ejercicio físico en personas con ictus. El resultado de las investigaciones llevadas a cabo demuestra la posibilidad de influir en la reorganización cerebral después de sufrir un accidente cerebrovascular mediante el ejercicio físico.


Así, un programa de ejercicio físico mejora la función cognitiva de manera significativa en personas que han sufrido un ictus. Este programa debe prestar especial atención a los principios de entrenamiento, contar con una duración de al menos seis semanas, con una frecuencia de tres sesiones por semana y una duración por sesión de al menos 30 minutos.

Los estudios concluyen que los programas de entrenamiento de fuerza son los más beneficiosos para la mejora de la función cognitiva en esta población y que el entrenamiento de resistencia contribuye a mejorar la capacidad cardiovascular y funcional, sobre todo la marcha y el equilibrio, en pacientes con ictus. Del mismo modo sostienen que una persona con ictus puede tolerar ejercicio aeróbico intenso, siempre que sea controlado por un profesional cualificado.



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